jueves, 21 de julio de 2011

ESCUCHAR A LOS DEMÁS



Cuando éramos pequeños, nuestros hermanos y hermanas mayores eran dioses para nosotros. Y es probable que, si ellos eran desdichados, se desquitaran con nosotros, física o verbalmente. Quizá nos dijeran cosas como:
—Le diré a mamá (o a papá) lo que hiciste... (infundir culpa).
—Tú eres una mocosa y no puedes hacer eso.
—Eres demasiado estúpido para jugar con nosotros.

También es frecuente que los maestros nos hayan influido mucho. En quinto grado, la maestra me dijo enfáticamente que yo era demasiado alta para ser bailarina. Yo le creí, y dejé de lado mis ambiciones en ese campo hasta que ya fue demasiado tarde para encarar profesionalmente la danza.
¿Comprendía usted que las pruebas y las notas no servían más que para ver cuánto sabía usted en un momento dado, o era un niño que sentía que lo que medían era su propio valor?


Nuestros primeros amigos comparten con nosotros nuestra propia información errónea sobre la vida. Nuestros compañeros de escuela pueden herirnos profunda y duraderamente con sus burlas. Mi apellido, cuando iba a la escuela, era Lunney, y los chicos solían llamarme "lunática".

También los vecinos tienen su influencia, y no sólo por sus observaciones, sino también porque en casa nos reprendían con un: "¿Qué dirán los vecinos?".
Procure recordar qué otras figuras de autoridad tuvieron influencia en su niñez.
Y por cierto que están las afirmaciones, enérgicas y muy persuasivas, que nos llegan mediante los anuncios de la prensa y la televisión. Demasiados son los productos que se venden haciéndonos sentir que si no los usamos, nos falta "clase" o somos tontos.


Todos estamos aquí para trascender nuestras primeras limitaciones, sean éstas las que fueren.
Estamos aquí para reconocer nuestra propia magnificencia y nuestra divinidad, no importa lo que ellos nos hayan dicho. Usted tiene sus propias creencias negativas para superar, y yo tengo que superar las mías.
En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero.


El pasado no tiene poder sobre mí porque me dispongo a aprender y a cambiar:
Veo el pasado como algo necesario para llegar a donde hoy estoy.
Me dispongo a empezar, desde donde me encuentro ahora, a limpiar las habitaciones de mi casa mental.
Sé que no importa por dónde comience, y por eso ahora empiezo por las habitaciones más pequeñas y más fáciles, y de esta manera no tardaré en ver los resultados.


Me fascina estar en mitad de esta aventura, porque sé que nunca volveré a pasar por esta experiencia.

Me dispongo a liberarme.
Todo está bien en mi mundo.

Louise Hay